¿Por qué
vienen tantos refugiados de Siria? Es la pregunta que muchas personas se hacen
al ver las imágenes de cómo personas de toda edad y condición se juegan sus
vidas en las costas griegas por alcanzar el sueño europeo.
Antes de
analizar esta cuestión, vamos a remontarnos un poco al pasado. La cuestión
Siria es un capítulo más en la historia de las ambiciones coloniales de las
potencias europeas. Durante la Primera Guerra Mundial, concretamente en 1916,
Francia y Gran Bretaña suscribieron el acuerdo secreto de Sykes-Picot por el
que se delimitaban las “zonas de influencia” de ambas potencias imperiales para
el caso de que el imperio otomano, que era quien ostentaba la titularidad de
dichos territorios, fuera derrotado en la contienda. A esto hay que añadirle
las estipulaciones que acordaron posteriormente los estados vencedores de la
Primera Guerra Mundial en los Tratados de Sevres (1920) y Lausana (1923), por
los que definían el estatus y régimen de los territorios en cuestión. La
definición de fronteras y el régimen de los territorios se hizo exclusivamente
atendiendo a criterios puramente económicos sin atender la diversidad étnica,
cultural, tribal, política y religiosa de la zona. Esto iba a marcar
decididamente el destino de toda la región.
Siria quedó
tras las dos grandes guerras bajo mandato francés, tal y como se había
dispuesto en los tratados internacionales anteriormente mencionados. Hay que
decir que en todo este período, existió un importante movimiento nacionalista
que ansiaba la independencia así como la liberación definitiva del yugo
colonial. Este movimiento fue constantemente reprimido por la fuerza. No será
hasta el año 1947 en que Siria ganaría su completa independencia. Después, el
país se involucró en varias guerras con el recientemente creado estado israelí,
de las que salió derrotada. Estuvo entre los años 1958 al 61 unida a Egipto a
través de la entidad de la República Árabe Unida. En aquellos tiempos se
consolida un fuerte sentimiento panarabista, fomentado desde el bloque
soviético liderado por la URSS, que al mismo tiempo le proveía importantes
cantidades de armamento. Esta alianza se constituía en oposición al bloque
liderado por Estados Unidos, en el marco de la Guerra Fría. En el año 1970,
Hafez al-Asad toma el poder sentando las bases del régimen político actual
mediante la implantación del partido Baaz árabe-socialista.
"La definición de fronteras y el régimen de los territorios se hizo exclusivamente atendiendo a criterios puramente económicos sin atender la diversidad étnica, cultural, tribal, política y religiosa de la zona. Esto iba a marcar decididamente el destino de toda la región".
Todos
estos antecedentes son claves para entender la situación actual y el complicado
puzzle de la realidad política, social y económica de Siria. Siria ocupa una
importante posición estratégica en el mediterráneo oriental debido a las
posibilidades que ofrece como punto de tránsito para el transporte de petróleo y
gas desde los países productores. De ahí que Rusia tenga importantes intereses
en la zona, ocupando así una base naval en Tartus. El país está formado por un
complejo crisol religioso y cultural. Una élite alauí de tendencia chiita, a la
que pertenece el actual presidente Basser Al-Asad, se impone sobre el resto de
la población mayoritariamente musulmana sunnita. A dicha élite se le unen altas
clases sunnitas y los cristianos. Al norte, existe una importante comunidad
kurda, tradicionalmente marginada y perseguida por el gobierno central, que
actualmente se ha levantado en armas y ocupa una franja de territorio en la
zona fronteriza con Turquía.
El
detonante de la actual guerra abierta fueron las protestas populares iniciadas
al calor de las revueltas de las primaveras árabes de 2011. Siria llevaba
varios años inmersa en una profunda crisis estructural con una tasa de
desempleo insostenible y aquejada de una prolongada sequía que había lanzado a
miles de campesinos de las zonas rurales a los suburbios de las grandes
ciudades. A esto se le suma el incremento exponencial de la población y el
estado generalizado de corrupción y nepotismo imperante en el aparato estatal.
Dichas revueltas fueron reprimidas brutalmente por el gobierno. Especialmente
destacable es el hecho simbólico de la muerte del menor de 13 años Hamza Ali Al-Khateeb, torturado y asesinado por las fuerzas de Al-Assad
mientras se encontraba detenido por haber participado en las protestas.
El
actual conflicto, lejos de ser una revuelta popular, se ha convertido en un
conflicto regional en el que operan más de 1000 grupos armados de distintas
tendencias y apoyados por países extranjeros de entre los que destacan Rusia,
Estados Unidos, Turquía, Israel y Arabia Saudí de una larga lista. El papel de
estas potencias se inclina claramente a la defensa de intereses geo-estratégicos
propios que poco o nada tiene que ver con las demandas y reivindicaciones de
las protestas originales. Siria a día de hoy puede calificarse como un estado
fallido. En medio de este caos, se encuentra la población civil Siria. Puede decirse
que se trata de uno de los conflictos más crueles de la historia en la que los
ataques a la población civil se utilizan de manera generalizada como arma de
guerra. Se está empleando contra esa misma población civil armamento poco
selectivo y de gran potencia destructiva como las bombas de barril y de
fragmentación. Incluso se están llevando a cabo operaciones militares con el
objetivo de producir un flujo de refugiados y crear problemas de carácter
logístico en el bando enemigo. A esto hay que añadir la severa crueldad con la
que operan ciertos grupos que propugnan un islam de carácter fundamentalista y
radical y que se encargan de eliminar de manera sistemática a todos los
opositores a estas creencias dentro de sus zonas de dominio.
"Puede decirse que se trata de uno de los conflictos más crueles de la historia en la que los ataques a la población civil se utilizan de manera generalizada como arma de guerra".
Éstas y
no otras son las auténticas razones que provocan el éxodo masivo de ciudadanos
sirios al exterior. Se estima que en cinco años de guerra han muerto casi medio
millón de personas, según algunas estimaciones. Y si nos quejamos de los que
consiguen llegar hasta Europa, sólo tenemos que hacer un repaso de las
escalofriantes cifras de refugiados en los países del entorno más cercano: 2
millones y medio en Turquía, más de 1 millón en Líbano, más de 500.000 en Jordania…
La reciente marcha del conflicto, en el que algunos países de la región no
ocultan sus intenciones de implicarse aún más en el mismo, no ofrece expectativas
nada halagüeñas de cara a la pacificación de la zona. La respuesta que debemos
dar desde esta nuestra Unión Europea no puede ser otra que desde la ley y el
derecho. El ordenamiento no dice otra cosa sino establecer una obligación
jurídica de proteger a los refugiados. Además, honradamente pienso que desde Europa tenemos una importante responsabilidad histórica en la gestación del conflicto. Caso contrario, podemos empezar a
plantearnos en extirpar de nuestros ordenamientos la Convención de Ginebra de
1951.