Fuente: Wikipedia |
El
Imperio Romano vivió desde el siglo III una época de profunda crisis interna
que la sumió en un período de caos y guerras civiles. Tanto es así que los
pueblos germanos, como consecuencia de su demografía expansiva, aprovecharon
para hostigar constantemente el perímetro fronterizo. Roma reaccionó
construyendo todo un sistema de fortificaciones de carácter defensivo, muros y
vallas llamado “limes” para tratar de
impedir las incursiones de estos llamados pueblos bárbaros. Al mismo tiempo,
ante lo insostenible de la situación, Roma llegaba a acuerdos con estos pueblos
otorgándoles el permiso de ingreso bajo la condición de que actuaran como
colonos y trabajasen las tierras, al mismo tiempo que adquirían el compromiso
de vigilar las fronteras. No obstante, la decadencia del poder imperial era tal
que ya se había iniciado un proceso irreversible que terminaría con la caída
total de este imperio.
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¿Les
suena de algo esta situación hoy en día? A mí se me ocurren algunos
paralelismos. Europa no para de pregonar a los cuatro vientos las bondades del reciente acuerdo firmado con Turquía por el que, según las autoridades europeas, se
va a dar solución a la actual crisis de refugiados Dicho acuerdo se basa en los
siguientes principios:
-
La devolución de todos los nuevos migrantes
irregulares llegados a las islas griegas desde Turquía;
-
La ejecución acelerada de la hoja de ruta para la
liberalización de los visados;
-
El desembolso acelerado de los 3 000 millones de
euros y financiación adicional destinada al Mecanismo para los refugiados en
favor de los sirios;
-
La preparación de la apertura de nuevos capítulos
en las negociaciones de adhesión;
-
La posibilidad de establecer en Siria zonas que
sean más seguras; y por último
-
Reasentar los refugiados sirios en una proporción
de uno por uno.
Esta Europa plantea devolver refugiados a Turquía donde, como ya hemos visto a través de algunos medios de comunicación, éstos son apaleados o no tienen garantizada la “no devolución” a otro estado donde “su vida o su libertad peligre por causa de su raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social, o de sus opiniones políticas”
Dejando
al margen algunas consideraciones como la de hablar de “migrantes” cuando
realmente estamos ante una afluencia de refugiados y la cuestión de condicionar
las relaciones políticas bilaterales al control
de fronteras exteriores de la UE; este acuerdo es, aparte de contrario
al derecho comunitario y el resto del ordenamiento internacional, claramente
lesivo a los intereses de la propia Unión Europea. Esta Europa plantea devolver
refugiados a Turquía donde, como ya hemos visto a través de algunos medios de
comunicación, éstos son apaleados o no tienen garantizada la “no devolución” a
otro estado donde “su vida o su libertad peligre por causa de su raza, religión,
nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social, o de sus opiniones
políticas” (Art. 33 de la Convención
sobre el Estatuto de los Refugiados, hecha en Ginebra el 28 de julio de 1951).
Este, no hay que olvidar, es un principio casi sagrado del derecho de asilo y
refugio. Aparte de estas consideraciones, el acuerdo con Turquía que ahora
anuncia la UE que va a rebajar en sus términos más polémicos, el acuerdo no
puede seguir adelante por las siguientes razones:
-
Contraviene
los pilares básicos de la propia Unión Europea y conculca derechos reconocidos
por la Carta de los derechos fundamentales de la UE como el de asilo (art.18) y
el de protección en caso de devolución y expulsión (art.19), que prohíbe las
expulsiones colectivas.
-
Europa ofrece una clara imagen de debilidad en
el panorama internacional al ser incapaz de gestionar primero, la llegada
masiva de un flujo de refugiados, gestionar después unas condiciones de
recepción y acogida dignas y, por último, proteger sus fronteras exteriores sin
acudir a la colaboración de terceros estados.
-
Externalizar las fronteras exteriores de una
manera tan clara y patente, sienta un peligroso precedente para el futuro ya
que existen otros estados limítrofes en las frontera sur que podrían tomar nota
de negociaciones de este tipo y comenzar a realizar exigencias en el plano de
las relaciones bilaterales. Me estoy refiriendo claramente al caso de
Marruecos.
-
No hay que olvidar que Europa nace de un ideal
de solidaridad y para superar las heridas que había producido la Segunda Guerra
Mundial. En un panorama actual de profunda insolidaridad, auge de partidos
xenófobos y de extrema derecha, resulta ciertamente preocupante avalar este
tipo de iniciativas, apoyadas por otro lado por estados que paradójicamente han
sido los más beneficiados por la libertad de circulación que ahora pretenden
cercenar.
En definitiva, esta Europa nuestra
tiene que definir su propia política en lo que respecta al reto complicado que
tiene delante y hacerlo de una manera créíble y solvente y sin ofrecer la lamentable
imagen de estos días atrás. Nos jugamos mucho y en ello está nuestro prestigio
internacional, del que hay muchos ojos pendientes. Como los había puestos en
aquella vieja Roma que se desmoronaba entre luchas internas, guerras y crisis
estructurales.
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