Al
momento de escribir éstas líneas siguen llegando noticias sobre nuevas llegadas
de refugiados por Europa oriental. Asistimos no a una crisis humanitaria como se ha repetido
hasta la saciedad sino a una crisis de
gestión aún más diría yo, a una auténtica crisis de identidad y de valores
de la propia Unión Europea. Europa
encalla como si fuera un dingui de los que usan los refugiados en su travesía
hacia Lesbos. La Europa de Schengen
se desmorona cada vez que inicia la construcción de una nueva valla para
impedir el libre tránsito de estos flujos de refugiados. Llama poderosamente la
atención cómo aquellos estados del este que más se han beneficiado de la
libertad de circulación para sus nacionales cuando ingresaron en la Unión
Europea, ahora son los primeros a la hora de exigir exiguos cupos de refugiados
y levantar alambradas cada vez más altas.
Esta es la Europa del “¡Sálvese quien pueda!”
que pretende convertir a Grecia en un enorme campamento de acogida al aire
libre.
Decepcionante
fue el pasado Consejo Europeo celebrado los días 18 y 19 de febrero. Leo las
primeras líneas de sus conclusiones y lo primero que me encuentro es una
alabanza a la recién estrenada misión de la OTAN de vigilancia y patrulla por el mar Egeo y a la cooperación UE-Turquía
para detener los flujos de personas hacia Europa. Las prioridades están claras.
Los aspectos humanitarios y de solidaridad quedan relegados a un segundo o
tercer plano. Todos satisfechos y cada uno a su casa tranquilo.
Me
quedan muchas dudas, muchos interrogantes. ¿Realmente podrá la misión de la
OTAN impedir esta ola de desesperación? ¿Es Turquía un país seguro para estas personas? ¿Es viable una Unión
Europea cada vez con más restricciones y excepciones a sus principios más
básicos? Algunos expertos alertan de que pueden aparecer nuevos flujos de
personas provenientes de otros países como Argelia.
Mientras me hago estas preguntas, en Europa la vida sigue y continúan las
manifestaciones anti-extranjeros, las políticas de confiscación de bienes de
los recién llegados, las puertas pintadas de otro color en las casas de
acogida, los progromos contra las casas de refugiados… Al mismo tiempo, escucho
historias como la de Maissa Nur el Din y sus dos hijas que fallecieron el pasado 21 de
Enero intentando llegar a Europa, que nos trae el gran Nicolás Castellano.
Entonces ponemos cara a la tragedia y tomamos conciencia que, salvando las
circunstancias y la distancia, podrían ser perfectamente nuestras caras las que
ocuparan la foto de esa noticia.
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